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🛑 María Izquierdo, la gran pintora mexicana que ha sido menospreciada


María Izquierdo nació en San Juan de los Lagos, Jalisco en 1902. Aunque poco conocida, fue la primera pintora mexicana en exponer sus obras en 1930. Proveniente de una familia de escasos recursos, desde muy temprana edad le tocó vivir una vida difícil. A los 14 años fue casada con un militar por la fuerza, lo cual marcó su carácter y obra. De su matrimonio tuvo tres hijos. Cuando se mudó a la capital mexicana en 1923, se divorció a su primer esposo.


Durante su juventud, María Izquierdo vivió en Aguascalientes, Guanajuato y finalmente en la Ciudad de México. En sus primeras obras mostró parte de su entorno más cercano: retratos de amigos y familiares, naturaleza y paisajes. En su trabajo temprano también es apreciable su tránsito del mundo rural al urbano. Para 1930, participó en un concurso convocado por la cementera Tolteca, en el cual recibió una mención honorífica.


Su obra de carácter vanguardista posee fuertes elementos de la mexicanidad en el contexto posrevolucionario. En 1928 ingresó a la Academia de San Carlos, misma que abandonó debido al machismo que dominaba el ámbito artístico. La situación se agravó cuando Diego Rivera (entonces director de la Escuela Nacional de Bellas artes) designó su obra como la de mayor talento y proyección.


Por otra parte, grandes pintores de la época como Germán Gedovius, Saturnino Herrán y Diego Rivera fungieron como sus mentores. Una educación académica cerrada y excluyente no servía de mucho para una persona cuyos talentos brillaban por sí solos. De 1929 a 1933 mantuvo una relación sentimental con Rufino Tamayo, cuya convivencia permitió una gran retroalimentación de estilos entre ambos artistas.


Después de mostrar su obra con poco éxito en la Galería de Arte Moderno del Teatro Nacional, María Izquierdo se convirtió en la primera mexicana en exponer en el extranjero. Sus pinturas se presentaron en 1929 en el Art Center en Nueva York en una muestra internacional. La exposición constó de 14 obras y a partir de entonces su trabajo empezó a cobrar una dimensión de género, como una lucha de la reinvindicación de la mujer en el arte.


En gran medida, María Izquierdo enfocó su obra a la representación del papel de la mujer del México posrevolucionario. Dicho trabajo era considerado marginal, ya que las instituciones gubernamentales invertían en trabajos artísticos que ayudaran a la constitución de la identidad nacional.


Aunque en dicho periodo se hicieron grandes obras como las de Siqueiros, Orozco y Rivera, es importante reconocer que se formó un sesgo excluyente en el arte nacional.

La multiculturalidad mexicana quedó supeditada a la identidad del hombre mestizo revolucionario. Sin embargo, en la obra de Izquierdo lo popular tiene una mayor presencia, además de colocar a la mujer en situaciones paritarias.


Durante los años treinta, María Izquierdo colaboró en un grupo antifascista, coordinando Carteles Revolucionarios Femeninos para Bellas Artes. Además, formó parte de la Liga de Escritoras y Artistas Revolucionarias y apoyó la causa de la Expropiación Petrolera con una subasta de arte. Poco a poco el discurso feminista de su obra fue cobrando una mayor dimensión. En su texto La mujer y el arte, Izquierdo denunció de forma concreta la opresión en que vivía la mujer revolucionaria. “Es un delito ser mujer y tener talento”, declaró la pintora en 1953.


Lamentablemente, en 1948, cuando su carrera estaba a la alza, María Izquierdo sufrió una hemiplejia que paralizó el lado derecho de su cuerpo y la dejó sin habla. La enfermedad degenerativa la privó de seguir regalando creaciones al imaginario mexicano. Finalmente, falleció en 1955 debido a una embolia. Aunque fue contemporánea y pionera del arte femenino mexicano junto a Frida Kahlo, su obra no ha sido dignamente valorada.

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