Andrés Manuel López Obrador tiene una sola oposición: las feministas. No hay otra oposición en México que tenga la fuerza y la magnitud de las colectivas de mujeres. Tampoco otra que resignifique los símbolos patrios a los que el presidente tanto venera y apela por encima de las exigencias que se hacen en esa resignificación. Parece no darse por enterado, sin embargo, no hay partido político o grupo civil que tenga mayor potencia que las acciones de las feministas. Cuanto más ignora estas acciones políticas, mayor fuerza cobra su oposición. Quizás se le olvida que ahí también están muchas de las mujeres que lo llevaron al poder. Esta es su mayor oposición política. Entre más somos ignoradas las mujeres, más se suman, más voces suenan, más pintas: más crece el fuego. Las mujeres organizadas de forma independiente, de todas las edades, de todas partes del país, se van sumando. Desde el 4 de septiembre a la fecha, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en la Ciudad de México ha sido tomada por colectivas que exigen justicia ante la violencia en contra de las mujeres. La CNDH –necesariamente no gubernamental– es el único recurso que tienen las víctimas y sus familiares ante los abusos cometidos por parte del Estado. Esta sede ha sido renombrada por las colectivas “Casa de refugio Ni una menos” y en su renombramiento lleva la exigencia principal. En el refugio hay madres, familiares, huérfanos de desaparecidos, familiares de las víctimas de los feminicidios, niños y niñas pequeñas, mujeres que cocinan para las colectivas, otras que organizan los productos que se donan, se imparten talleres, se comparten historias, se organizan para exigir justicia, todo esto entre los muros intervenidos con palabras como “Justicia”, “No perdonamos ni olvidamos” o “Las niñas no se tocan, no se violan, no se matan”. En solidaridad con la toma en la Ciudad de México en estos días se han sumado colectivas en otras ciudades a protestas, clausuras y tomas en otras sedes de la CNDH, como la clausura simbólica en Aguascalientes, las intervenciones en Morelia, la toma en el Estado de México, las tomas simbólicas en Puebla, Tabasco, Guerrero, Tlaxcala, Campeche, Sonora, Quintana Roo, Jalisco, entre otros Estados. Es importante mencionar la importancia del contexto en el que estas acciones ocurren, por ejemplo, en la otra toma de la CNDH en el Estado de México hubo abusos de poder por parte de la policía en contra de las mujeres, justo ahí, en el Estado en el que hay una doble alerta de género. Todo esto ha ocurrido días antes de el grito, el segundo de López Obrador en la presidencia, que dio rodeado entre símbolos patrios en un Zócalo vacío y en medio de un silencio histórico.
La antigrita es también histórica. Es la primera vez que se convoca y se lleva a cabo una antigrita. Alrededor de 300 mujeres se reunieron con mascarillas, en medio de la pandemia, afuera de la “Casa de refugio Ni una menos” a exigir justicia, a cantar abrazadas, a hacerse escuchar. El que sea “anti” habla de esa resistencia a un acto oficial y celebratorio, en medio de una realidad en la que no hay nada que celebrar y en la que hay 11 mujeres asesinadas diariamente, de ahí la frase del día: “El 15 no es de fiesta, es de lucha y protesta”. Como antes de el grito oficial, unas palabras dieron inicio a la antigrita, una mujer tomó la palabra desde uno de los balcones: “Nosotras hemos respondido desde el arte, desde el amor y este amor es el que nos hizo tomar este espacio, justo este espacio que es lo que más nos han criticado. ¿Por qué Derechos Humanos y no la Procuraduría General o la Presidencia de la República? Porque lo que queremos evidenciar, compañeras y compañeros, es que no existen derechos humanos para las mujeres en este país y que no hay instituciones que estén respaldando, resguardando o atendiendo a las mujeres que vivimos víctimas de la violencia. No hay una mujer en este país que no haya vivido algún tipo de violencia y desde esa lógica es que damos inicio a esta antigrita, en donde les decimos que la patria no nos representa, queremos una matria que nos acompañe y nos abrace, una matria feminista”.
Los símbolos patrios que rodeaban a López Obrador también estaban presentes en la antigrita, por supuesto, en “anti”: la bandera de México intervenida con una pinta en negro con las palabras “México feminicida”. El himno nacional explícitamente bélico también intervenido desde los afectos (esos que se feminizan y ridiculizan tanto): “Mexicanas al sororo ruigir del amor”. Muy emocionante y estremecedor el momento en que se cantó “Sin miedo” de Vivir Quintana. En redes sociales se hablaba de que ese, y no el oficial, es un himno que nos representa. También ondeaban banderas, como suelen ondear en el grito, pero intervenidas, en vez del color rojo (que representa sangre), ondeaba el morado (luchas feministas) que cobra un nuevo sentido al lado del color de la marea verde. La palabra México estaba intervenida en la antigrita en femenino, Méxica, y quizás en ese cambio se señala a la otra mitad de la población que es violentada, y que no está tan lejos de su origen náhuatl que significa “el lugar en el omligo de la luna” (lo lunar, siempre asociado a lo femenino, a los ciclos lunares, menstruales). En la antigrita no había figuras de los llamados héroes que nos dieron patria, había nombres de las mujeres que hacen falta, de mujeres asesinadas y de mujeres desaparecidas. Pero es interesante esta fijación por los llamados héroes que nos dieron patria en el grito. Al día siguiente, frente al balcón del presidente, estaba la figura luminosa de Miguel Hidalgo y Costilla, blanqueado (quien, por cierto, nunca se dejó retratar y las imágenes que existen de él se han ido misteriosamente, racistamente, blanqueando con el paso del tiempo al grado que hay memes que lo comparan con Nicolas Cage). Desde la Independencia ha existido la discusión sobre quién es el padre de la patria (la disputa entre varios hombres y nombres) y en esa polémica se discute si el padre de la patria es quien la inició, quien la culminó, si fue Iturbide, Morelos o Hidalgo y Costilla, quien hizo el primer llamado a misa en el campanario (otro de los símbolos oficiales) hace 210 años. Y entre esa polémica también está la polémica de qué gritó Miguel Hidalgo, en contra del mal gobierno virreinal, curiosamente más parecido hoy a la antigrita que al grito oficial: “No existe ya para nosotros ni Rey ni los tributos. Llegó el momento de nuestra emancipación, ha sonado la hora de nuestra libertad.”
La fecha del 15 de septiembre ha sido una disputa por los símbolos, es un símbolo en sí, Porfirio Díaz lo hizo empatar con su cumpleaños y López Obrador lo hizo empatar con la rifa del avión presidencial. Es una fecha simbólica que el presidente actual usó, sobre todo, para ser discursivo, retórico. La antigrita fue un día antes y esa es también una intervención que llama a la urgencia, a lo que está antes que lo oficial. Y están los cuadros que fueron intervenidos en el refugio. La imagen de Madero feminizada, con los labios rojos, las sombras y flores en el traje. Porque resignificar así los símbolos patrios es un mensaje directo al presidente de los símbolos, que si no atiende generará más fuerza, más rabia, más resistencia y más mujeres se sumarán a la siguiente acción.
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