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ENTROPÍA POLÍTICA || El CARNAVAL: CUANDO LA CIUDAD SE QUITA LA MÁSCARA

Foto del escritor: Canal Cultural Canal Cultural

El CARNAVAL: CUANDO LA CIUDAD SE QUITA LA MÁSCARA

ENTROPÍA POLÍTICA

Por Edgardo López Robles

En su lucha eterna por parecer moderna y correcta, Huauchinango se rinde cada primavera. Cede ante su esencia más primitiva, su origen, su raíz. Las apariencias son derrotadas, y en su caída emergen los huehues, embriagándose de insurrección, desafiando las buenas costumbres y atormentando las conciencias pulcras. Cada año, los moralistas se escandalizan, rasgándose las vestiduras con su infinita hipocresía, incapaces de aceptar que el carnaval de Huauchinango nació como un grito de los barrios, una expresión de rebeldía hecha danza, alcohol y carcajada. En estos días, los diablos se cansan de ser santos, los hombres se visten de mujer porque en tierras frías, hasta los mampos son mayoría.

El carnaval más grande de la Sierra Norte es un verso disonante en una poesía burda. Es el vaivén de las caderas de hombres con cadencias femeninas, es la Huauchinango primitiva que estalla cada primavera y que, sin embargo, se anhela todo el año. La fiesta más importante de la región es también la más democrática: en la danza de los huehues no hay exclusiones ni jerarquías, ricos y pobres, negros y blancos, hombres y mujeres, todos se rinden ante los mismos acordes. Por unos días, los viejos se sienten jóvenes y los adolescentes juegan a ser adultos. Es la catarsis de un pueblo que, sin banderas ni manifiestos, protesta bailando, bebiendo, gritando sin motivo ni rumbo.

Y, como en toda fiesta, el amor tampoco falta. Muchos huauchinanguenses nacieron o fueron una idea entre la confusión de un carnaval, donde las pasiones voluptuosas se entrelazan con el espíritu festivo. Luego vendrán las buenas conciencias a intentar borrar los excesos de la memoria colectiva, pero, mientras tanto, que corra el vino y la cerveza. Bebamos, porque aún es carnaval. Salud.

Y cuando todo termine, cuando se amanezca con resaca y las máscaras caigan, Huauchinango intentará de nuevo verse correcta, moderna, civilizada. Pero la memoria del carnaval quedará latente, oculta en cada esquina, esperando la siguiente primavera para volver a estallar. Porque no hay moral que dome lo que es esencia, ni modernidad que borre lo que está tatuado en la raíz.

¡Salud, querido lector! Hasta la próxima.

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